Su testimonio revela las huellas físicas y emocionales que dejó la tragedia en la vida de Jimena Londoño, egresada del Liceo Antioqueño
Jimena Londoño Sánchez, una de las excursionistas del Liceo Antioqueño hoy se desplaza en una silla de ruedas. Su cuerpo aún está marcado por dos fracturas, una en la nariz y otra en la pelvis, múltiples hematomas y heridas que tardarán meses en sanar. Pero hay marcas que no se ven: las que quedaron grabadas en su memoria desde la madrugada en que sobrevivió al accidente que enlutó al Liceo Antioqueño de Bello y a todo el departamento.
A sus padres la habían reportado como uno de los fallecidos, pero la historia dio un giro cuando se supo que realmente, fue la última en ser rescatada. La última en salir de un escenario que, con el paso de las horas, se presentaría como una frontera entre la vida y la muerte.
“Emocionalmente uno no deja de recordar ese momento, de recordar los mínimos detalles, más pasan los días y más cosas es como algo que de por sí deja como una huella en uno”, dice. Con el pasar del tiempo, lejos de borrarse, los recuerdos aparecen con más nitidez. Detalles mínimos que regresan una y otra vez y que, según ella, dejan una marca imborrable.
Jimena no puede caminar. La fractura en la pelvis la obliga a depender de otros para acciones básicas como levantarse de la cama, bañarse o ir al baño. Su recuperación tomará cerca de tres meses, si todo avanza como esperan los médicos. Pero incluso esa espera física es secundaria frente al recuerdo que pesa en su mente.
“Me tocó ver a muchos compañeros muertos”, afirma. No lo dice con dramatismo, sino con la calma de quien ha tenido que repetirlo varias veces para creerlo. A su alrededor no había cuerpos completos, solo veía extremidades. Solo uno logró reconocerlo por completo: el de una de sus amigas.
En una fotografía que hoy circula entre recuerdos y ausencias, aparecen seis compañeras, entre ellas Jimena. De todas ellas, fue la única sobreviviente.

Dormía cuando todo ocurrió. Estaba en uno de los asientos delanteros del bus y terminó en la parte trasera. Cree que el hecho de estar acostada en el suelo y haberse recogido en posición fetal la protegió. Entre la oscuridad, escuchó a un compañero rezar. Cuando lograron salir, se tomaron de la fe para agradecer seguir con vida. Para ella, no hay duda: sobrevivir fue un milagro.
El miedo no terminó al salir del bus. Vino después, cuando entendieron la magnitud de lo ocurrido y apareció una angustia compartida: avisar a sus familias que estaban vivos. A Jimena la trasladaron en un carro fúnebre junto a otras dos estudiantes. Intentó llamar a sus padres una y otra vez, sin respuesta. Solo cuando logró comunicarse con su pareja sintió alivio. Minutos después, su madre ya estaba afuera del hospital.
Cuando la abrazó, el cuerpo cedió. Fue entonces cuando el shock se rompió y la realidad cayó con todo su peso.
Hoy, Jimena habla desde la gratitud, pero también desde el dolor. Reconoce que lo más difícil no es solo la recuperación física, sino aprender a convivir con las imágenes, con la ausencia de sus compañeros y con la certeza de haber sobrevivido cuando otros no lo lograron.
Su historia no es solo la de una estudiante herida. Es la de alguien que salió con vida cuando todo alrededor se apagó. La de la última en ser rescatada. La de una joven que, aún sin poder caminar, sigue buscando cómo avanzar.
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— Hora13 Noticias (@hora13noticias) December 17, 2025
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