Las secuelas de la violencia que marcó la década de los años 80 y 90 aun son visibles para las víctimas, 26 años después.
Es el caso de dos personas, una de ellas carga con las huellas imborrables de un carro bomba. La otra historia es la del hijo de un magistrado.
Hoy en medio de su orfandad, recuerda la muerte de su padre a manos de sicarios enviados por Pablo Escobar.